El consumo y el comercio mundial de vino dan muestras también de cierto estancamiento o ligera caída, particularmente en volumen. No igual para todas las categorías, ni para todos los colores, ni para todos los exportadores o los mercados, pero con una tendencia generalizada hacia menos cantidades, con precios más elevados y posiblemente hacia productos más frescos, por una parte y de alta gama por la otra. Una situación mundial, que afecta claramente al sector vitivinícola español.
Esta es una de las principales conclusiones del informe económico del sector recogido en la Memoria de Actividades del Observatorio Español del Mercado del Vino (OeMv) 2023, en el que se hace un repaso de lo que ha ocurrido en el sector del vino el pasado año.
Así, el trabajo recuerda que, según la OIV, la producción que podía estimarse a finales de 2023 para ese año era de unos 244 millones de hectolitros, sustancialmente inferior a los 258 millones del año anterior y por supuesto al pico de 295 millones de 2018; e incluso por debajo del mínimo de los últimos 30 años, que tuvo lugar en 2017, con 246,7 millones de hectolitros. Una producción de vino, por lo tanto, históricamente baja y muy errática en los últimos años (en gran parte debido a las variaciones de cosecha en España) que se enfrenta a un consumo mundial mucho más difícil de estimar correctamente, que en 2022 se situaba en los 232 millones de hectolitros y bajando desde los 247 millones de 2017. “Poco vino producido a nivel mundial, para un consumo también relativamente escaso y en descenso”, destaca el informe, que señala que “no es de extrañar que esa disminución progresiva del consumo mundial lleve también a un estancamiento o ligera caída del comercio en términos de volumen”.
Y es que, pese a la creciente globalización del consumo, las exportaciones mundiales de vino no han llegado a superar los 110 millones de hectolitros y se han mantenido entre los 100 millones de hectolitros y los 110 millones de hectolitros desde hace ya más de 10 años, dejando atrás una larga etapa de crecimientos constantes. No solo dejó de crecer la exportación mundial de vino en volumen, sino que lleva dos años disminuyendo y en 2023, en la estimación interanual a noviembre, cae un 6,5%, hasta menos de 99 millones de hectolitros.
Pero si el consumo y la exportación de vino a nivel mundial están estancados en volumen (no se beben ni comercializan más litros o botellas), su valor sí ha seguido avanzando en los últimos años, aunque ahora también se haya torcido su progresión. Las exportaciones mundiales de vino se han más que doblado en euros desde la recesión de 2009, desde los menos de 18.000 millones de euros a los más de 36.000 millones, y ello pese a la caída registrada este pasado año, del 4,1%. Empujados, tanto por la inflación de los dos últimos años, como por unas tendencias previas hacia la “premiumización” o encarecimiento de los vinos, los precios mundiales son los que explican esta mejora sustancial del valor de las exportaciones, frente al estancamiento de su volumen. En 14 años y pese al bache de la COVID19, los precios han superado holgadamente los 3,60 euros/litro, con un crecimiento del 2,6% también en 2023.
Grandes diferencias por categorías
Esta evolución del comercio mundial de vinos presenta, sin embargo, grandes diferencias por categoría de producto, señala el informe. Así, los vinos espumosos han frenado desde finales del 2022 su buena marcha anterior. Caen en 2023 en volumen, aunque se mantienen bastante estables en valor sobre los 8.900 millones de euros, de los que casi la mitad (4.200 millones de euros) son Champagne. Algo similar, en dimensión totalmente distinta, ocurre con los vinos en formato bag-in-box (BiB), entre 2 y 10 litros de capacidad, que caen en litros, pero se mantienen muy estables en euros, tras una larga marcha de crecimiento. Y son los vinos envasados no espumosos, en envases de hasta dos litros de capacidad, los que muestran una evolución más preocupante. Vienen cayendo en volumen desde 2021, aumentan esta caída en 2023 con un -8,4%, y ahora caen también en valor un -5,4%, que es porcentaje importante, aunque la mitad de la caída que experimenta en euros el vino a granel, en este mismo año (-10,4%).
“Caen casi todas las categorías de vinos exportados mundialmente, de forma especial en volumen, pero también en este caso, se pueden apreciar diferencias por tipos de vino y en particular, por su color. Aunque el detalle de las partidas arancelarias disponibles para todos los países mundiales solo nos permite una comparación por color en los europeos, esta visión limitada también nos muestra una progresión importante de los vinos blancos, frente a los tintos y rosados. Tomando como referencia la evolución desde 2017 (última variación importante de la Nomenclatura Combinada), los vinos tintos y rosados de la UE han caído un 17% en volumen, mientras que los blancos aumentaban un 10%. Este dato, como tantas otras pistas que podemos extraer de la evolución del consumo y del comercio mundial de vino, nos muestran un cambio de tendencia que parece consolidarse en el tiempo, hacia vinos más frescos y fáciles de beber, frente a los más clásicos”, explica el trabajo del OeMv.
Diferencias también entre países
Por la evolución de los distintos exportadores mundiales, parece que estas nuevas tendencias estuvieran siendo mejor combatidas por unos que por otros. Chile, EEUU y Australia son, entre los nueve principales exportadores mundiales, los que sufren este pasado año 2023 las mayores caídas (del -22,9%, -17,2% y -13,9% respectivamente en valor). Todos los nueve principales exportadores perdemos ventas el pasado año (con datos a noviembre) en litros y sólo Alemania consigue aumentar su facturación. Pero, entre los grandes, Francia pierde más que Italia, y España cae porcentualmente más que Francia en valor, pero no en volumen. De nuevo, y pese a los malos datos generalizados este pasado año, es Italia quien mejor parece defenderse.
Malos datos de los exportadores mundiales de vino, porque también los mercados caen, aunque lo hacen de forma diferenciada. Entre los más grandes, Estados Unidos, Reino Unido y Alemania, los dos últimos sufren pérdidas ligeras en 2023 (-2,5% y -6,5% respectivamente en euros), pero es el primero, Estados Unidos, el que más preocupa. Principal importador mundial de vino y motor del crecimiento del comercio mundial tras la pandemia, EEUU sufrió durante el segundo semestre de 2023 una caída importante de unos 1.000 millones de euros, desde los más de 7.200 millones de euros en el interanual a marzo, hasta los 6.264 millones de euros de noviembre. Una caída en el conjunto del año de más del 10% que preocupa pueda prolongarse en el año 2024 y ser debida a un cambio de tendencia en el consumo norteamericano, que tiene alarmados a los expertos analistas de ese país.
Entre el resto de principales importadores, China continúa su bajada, que se arrastra ya desde 2018 y que continúa, aunque en 2023 parece que algo más suave. Canadá se convierte en el cuarto mayor importador mundial de vino, pero puede deberse tanto al dinamismo del mercado en sí mismo, como al papel creciente que está jugando como re-exportador de vino hacia los Estados Unidos. También Japón muestra un crecimiento importante en 2022 y 2023, como lo hacen Países Bajos, Bélgica y Suiza. Destaca, igualmente, la recuperación de Rusia como importador de vino, pese a la guerra declarada en Ucrania, durante gran parte del año 2023, aunque entró en pérdidas en el segundo semestre.
Por último y en cuanto a España, el informe señala que una producción, estimada al mes de noviembre de 20231 de apenas 31,9 millones de hectolitros, históricamente baja e incluso inferior a la de 2012, se suma a unas existencias a principios de campaña de 38,5 millones de hectolitros (ligeramente superiores a las de la campaña precedente) para dar unas disponibilidades totales estimadas en poco más de 70 millones de hectolitros, que es dato sólo comparable a aquel 2012 y muy inferior a los 80 millones de hectolitros de promedio de las cinco campañas anteriores.
“No hay, por lo tanto, mucho vino, ni sensación de excedentes: ni por lo que se ha producido en este pasado año, ni por lo que quedó en stocks a finales de la campaña pasada. Pero tampoco hay una demanda pujante que permita la subida de precios que pudiera esperarse de una cosecha corta”, destaca.
Fuente: Financial Food