España ha duplicado en una década el valor de sus exportaciones agroalimentarias, pasando de 35.900 millones de euros en 2012 hasta 60.010 millones en 2021, según los últimos datos disponibles del Ministerio de Agricultura Pesca y Alimentación (Mapa). Para este año se prevén ventas al exterior por valor de 68.180 millones de euros, un 13% más que en 2022.
En 2021, este sector supuso en el 19% de las exportaciones y el 12% de las importaciones del conjunto de España. Un análisis del periodo 2012-2021, elaborado por el Colegio de Economistas de Madrid, señala que el comercio exterior de alimentos aumenta de forma constante, incluso durante la pandemia (en el ejercicio 2020 las exportaciones totales descendieron un 10%), «por lo que la mayor resiliencia en los mercados exteriores en situaciones de crisis también es una característica de la industria alimentaria», recalca.
En su análisis sectorial, el organismo señala que, «como es lógico, los principales socios comerciales de España son los países de la Unión Europea (UE)», con Francia como principal socio en el ámbito agroalimentario, ya que es el principal destino de la exportaciones, así como el principal proveedor. Alemania es el segundo destino de los comestibles españoles y el tercer país del que más los importamos. Italia es el tercer destino de las ventas de alimentos al exterior y el quinto proveedor.
El saldo comercial agroalimentario con países no comunitarios también es positivo. Pese a que la salida del Reino Unido de la UE ha hecho que el tercer destino de las exportaciones de alimentos sea ahora un país tercero, se han mantenido las ventas allí. En 2021China fue el segundo destino de las exportaciones españolas y Estados Unidos el tercero. Entre los países no comunitarios a los que compramos comestibles, Brasil ocuparía el primer puesto, seguido de Marruecos y Argentina.
Según la Federación Española de Industrias de Alimentación y Bebidas (Fiab), el año pasado el sector produjo por valor de 144.955 millones de euros, un 1,5% más que el año anterior; obtuvo un Valor Añadido Bruto (VAB) sobre el total de la economía de 29.786 millones, un 13% más; y un VAB sobre el total de la economía del 2,47%. El sector aporta a las arcas públicas 48.609 millones de euros en impuestos y da empleo directo a 454.800 personas.
Por su parte, la Estadística Estructural de Empresas, precisa que, excluyendo al Reino Unido, al no formar ya parte de la Unión Europea, la industria agroalimentaria española, con un valor de cifra de negocios de 127,5 billones de euros (datos de 2020), ocupa el cuarto puesto en valor dentro de los 27 en cifra de negocio, solo por detrás de Francia (212,2 billones); Alemania (185) e Italia (143,8). Solo estos cuatro países acaparan el 62% del negocio agroalimentario de la UE.
El sector se caracteriza por su atomización, puesto que más de tres cuartas partes de sus empresas no superan los diez empleados, con la excepción de la industria del pescado, en la que algo más de la mitad tiene más de diez asalariados, según las mismas fuentes. En concreto, de las más de 30.000 empresas de alimentación que operan en España, el 80%, con datos de Fiab, son pymes.
Pese a su pequeño tamaño, «las empresas de este sector muestran una tasa de supervivencia mayor que las de otras actividades, ya que han sido capaz de amortiguar los efectos negativos, tanto de la crisis de 2008 como de la pandemia», resalta el Consejo General de Economistas en su informe.
El estudio del Colegio de Economistas de Madrid concluye que la globalización hace que se compita a escala mundial, algo a lo que no es ajeno la industria alimentaria. Eso, unido al incremento de los costes de los insumos o de la energía, así como a la circunstancia de que acceder a una materia prima de calidad ya no sea suficiente para competir, convierten a la innovación en un imperativo para las empresas.
La intensidad de la innovación mide el porcentaje que suponen los gastos de innovación en la cifra de negocios. Dicha cifra, revela el análisis de los economistas, es inferior al de la industria (el 0,76%), pero, aun así, el 18,5% de las empresas que innovan en el sector son alimentarias.
Además, el porcentaje de las que innovan en producto o procesos de negocio es incluso superior al conjunto de la industria. Lo anterior demuestra que la industria alimentaria ya no realiza únicamente innovaciones de proceso para reducir los costes unitarios de producción, sino que también apuesta por innovaciones más radicales: de producto.
Sin embargo, el porcentaje en ecoinnovaciones es pequeño: entre 3 y el 6% del total de las ventas. La adopción de estas innovaciones también está relacionada con las mayores exigencias respecto a la salubridad y calidad de los alimentos por parte de los consumidores. En el ámbito internacional el Códex Alimetarius es la principal normativa de referencia, pero la UE también vela por la producción de los consumidores europeos.
Por número de empresas, según datos del INE, la actividad de panes y pastas alimenticias es la que más empresa aglutina (11.591). Le siguen bebidas (5.161); carne (3.477); fabricación de otros productos alimenticios (3.337); aceites y grasas (1.707); productos lácteos (1.694); preparados y conservación de frutas y hortalizas (1.445); alimentación animal (759); pescado (595) y harinas y almidones (389).
Pacto verde europeo
El informe del Colegio de Economistas de Madrid concluye que la necesidad de que la UE cumpla con los compromisos asumidos en el Acuerdo de París sobre el Clima para el año 2050 hace que todos los sectores económicos, incluida la industria alimentaria, se estén planteando cambiar su modelo de producción.
De igual modo, el uso intensivo de energía por parte del sector y la subida de precios de esta también contribuye a apostar por la transición hacia un modelo más sostenible y menos dependiente de energías fósiles. La sostenibilidad ambiental implica un uso más eficiente por parte de todos los agentes de la cadena alimentaria.
En lo que respecta a la industria, la actividad agroalimentaria emitió casi seis millones de toneladas de CO2, el 1,5% de las emisiones derivadas del conjunto de la actividad económica en España, cifra que supone un descenso del 4,6% con respecto a las emisiones en 2018, evolución a la baja que hay que mantener en los próximos años.
El sector también trata de valorizar los recursos que genera a través del compostaje. Lo mismo sucede con las compañías distribuidoras, las cuales utilizan contenedores propios que gestionan terceros, aunque también destinan parte de sus residuos al compostaje y la alimentación animal.
Fuente: elEconomista